DECISIONES DIFICILES
Mi padre compró nuestra primera radiograbadora en el año 1977, una Sanyo M2560; desde ese instante comenzó una larga tarea en busca del apreciado casete.
Por esa fecha no me preocupaba mucho cómo aparecían encima del radio tocadiscos Silverstone, que ahora funcionaba, además de amplificador, como mueble para guardar casetes. Sólo hasta los once años, empezando la secundaria, comenzó el desespero por grabar esos discos que aparecían de un momento a otro y desaparecían con la misma rapidez; era muy difícil dejar ir, por ejemplo, ese álbum con canciones que escuchaba por FM, que pocas veces lograban sonar sin perderse la señal.
Era imposible: no vendían casetes. Los pocos que había en casa tenían chistes de Álvarez Guedes y canciones de Los Beatles; ambos me aburrían. Necesitaba temas de Led Zeppelin, Grank Funk, AC/DC, Styx, entre otros grupos de rock que nos tenían fanatizados.
Pero un día se produjo el milagro: apareció un tipo en el barrio que cambiaba vinilos por casetes TDK. Mi padre tenía una colección de LP en muy buen estado, de 78, 45, 33 y hasta de 16 r.p.m., algo muy difícil de conseguir, pues estos últimos se dejaron de fabricar a mediados de los setenta debido a su baja calidad.
Para mi padre fue una decisión difícil separarse de sus vinilos, pero después de varios días accedió a cambiar sus queridos LP por casetes de 60 y 90 minutos; llegamos a tener alrededor de doce.
Pasamos de usar estos:

A estos:

Ahora sólo quedaba buscar dónde y cómo grabarlos. Inicialmente, la forma más fácil de copiar un casete era llevar la grabadora a la casa del personaje que tenía las copias y colocar una grabadora frente a la otra; una reproducía y la otra grababa por medio del micrófono. ¿Se imaginan eso? Normalmente se ponían en un cuarto y se cerraba la puerta muy despacio para no hacer ruido y que no quedara grabado, pero obviamente la grabación era una porquería.

Mi inquietud por la electrónica y por la calidad del sonido me llevó a investigar más sobre estas grabadoras. Gracias a esto descubrí que muchas tenían salida de audio (line out) y algunas traían entrada de audio (line in); entonces, si introducía un miniplug 3.5 éste deshabilitaba el micrófono que venía internamente y habilitaba la entrada de line in. El problema era conseguir un cable plug a plug 3.5.

Después de esa mala experiencia que tuvimos con nuestra grabadora Sanyo, la que mi padre dañó por conectarle un plug inventado por él, había que pensar muy bien las cosas.
Cuba estaba invadía por un radio portátil ruso marca Sokol, que traía audífonos y venía con un plug tipo 3.5 , pero un poco más delgado del que conocemos; tecnología rusa, sólo para ellos.
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La idea era conseguir dos audífonos, cortar el cable, unir los dos plugs y anchar con una fina lámina metálica (usé un tubo de crema dental de esa época) para que fuera como el estándar y listo, estaba el plug; así comencé a hacer mis primeras grabaciones con mejor calidad que las otras.
Después de grabar todos los casetes, había que tomar una decisión: cuál borrábamos para grabar lo nuevo que iba llegando.
Pasó mucho tiempo para que comenzara la circulación de casetes por Cuba y un poco más para que llegaran los de buena calidad.
El casete reinó en Cuba entre 1970 y 1995, aproximadamente, como el formato más común de grabación y reproducción de audio, pese a que en 1984 salió al mercado el CD-R (Compact Disc - Recordable), que permite almacenar hasta 650 MB, 74 minutos de audio.
El casete más común era el de cinta normal, pero los más exigentes buscábamos tener los de dióxido de cromo (CrO2), que funcionaban de la siguiente manera.
Los casetes normales tenían cintas tipo I, de óxido férrico (Fe2O3), que permitían una respuesta en frecuencia máxima entre 60 Hz y 12 kHz, con una polarización normal (Bias) de 120 microsegundos

En 1971 llegó el casete de dióxido de cromo (CrO2), polarización alta (Bias) de 70 microsegundos. Una cinta tipo II, perfecta para entrar en el mundo del hi-fi. Estas cintas tenían mejor respuesta en los sonidos agudos gracias al uso de partículas magnéticas más pequeñas, pero las primeras que salieron al mercado tendían a ser más abrasivas con los cabezales magnéticos. Por eso se escuchaba muy a menudo esta expresión: “Oyeee, chico, ¡no me pongas eso en mi grabadora que me la jodes!

La cinta tipo III –polarización normal (Bias) de 120 microsegundos–, de Sony, no estuvo mucho tiempo en el mercado; esta cinta era de doble capa: una de óxido férrico y la otra de dióxido de cromo. Se llamó ferrichrome (FeCr).

En 1978 llegó la cinta de partícula metálica pura, con una respuesta a frecuencia plana de 20 Hz a 20 kHz a 0 dB, polarización alta (Bias) 70 microsegundos. Una cinta tipo IV.

En los años ochenta, TDK sacó al mercado una cinta con un recubrimiento de partículas Super-Avilyn, que es un ion de cobalto absorbido en óxido férrico, polarización alta (Bias) 70 microsegundos. Esta cinta permitía grabar frecuencias altas casi en el extremo audible sin mayores problemas, y un ruido de polarización de unos –77 decibelios. Estas nuevas partículas extendían la banda de audio y reducían la distorsión. TDK usó el mismo tipo de cintas en los casetes de videos por su gran calidad.


Bias o corriente de polarización.
Para que las cintas no distorsionaran el sonido al ser magnetizadas, se introducía una señal de “polarización” (bias) junto con la señal musical, permitiendo que el proceso de magnetización se llevara a cabo con distorsión mínima y alta linealidad. El circuito de filtrado tenía una constante de tiempo de 120 microsegundos (polarización normal) para las cintas de Fe2O3 y FeCr, y de 70 microsegundos (polarización alta) para los de CrO2-SA.
Marcas como Akai, Pioneer, Technics y Sony sacaron cabezales de permaloy y ferrita sólida para estas cintas, evolucionando su sistema de grabación y reproducción. Muy pocos decks venían con esta tecnología.
Los decks (caseteras) básicos venían con Dolby B (reductor de ruido). Tenían una respuesta en frecuencia de 40 Hz a 13 kHz (±3 dB) con cinta normal y 40 Hz a 15 kHz (±3 dB) con cinta de dióxido de cromo, una relación señal-ruido de 53 dB y 61 dB con el sistema Dolby activado, distorsiones por debajo del 1 % y trémolo menor que 0,1 %.
Las caseteras de gama media tenían cabezales de ferrita, con una respuesta en frecuencia de 30 Hz a 17 kHz (±3 dB), una relación señal sobre ruido s/n de 52 dB y 62 dB con el Dolby B, una distorsión menor que 0,8 % y una fluctuación de la velocidad de arrastre (wow and flutter) de apenas 0,07 %.
A finales de los ochenta y principios de los noventa, logré tener una buena cantidad de casetes de dióxido de cromo (CrO2); eran mis preferidos, por encima de los de metal, ya que sentía que estos últimos no eran buenos en frecuencias bajas y demasiado buenos en altas frecuencias.es posible que mis deck no respondieran a estos casetes(metal), necesitaba uno de estos.
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Estos casetes eran reservados para álbumes muy importantes, que merecían ser grabados con máxima calidad.
Un vistazo a las marcas que circulaban en el mercado por esos años.
